La bruja malvada me lanzó una mirada fría con esos grandes ojos negros. Me congelé nada más verla. Tenía el pelo denso y serpenteaba grandes y perfectos tirabuzones. Por otra parte, tenía la tez pálida lo que contrastaba bastante con el negro, como el carbón, de su pelo. Sonrío amargamente. Me había visto y en ese momento supe que era su nueva víctima.
La bruja me miró de nuevo y se acerco lentamente hacia mí. Era mi fin. Me hubiese gustado luchar, defenderme, huir.... escapar de su mirada fría y sin corazón. Pero, yo ya la conocía.. conocía sus ataques y una vez... pude huir de ella. Pero hoy... hoy no. Estaba débil por todos los últimos acontecimientos y hoy no podría vencerla. Por supuesto no iba a rendirme tan fácilmente, prefería perder, luchando. Cuándo estaba practicamente a mi lado me acordé de toda la gente a la que quería, de Lucía y de sus fantásticos dibujos, de Isabel y de sus collares, de mi abuelo y de sus historias, de mis padres y sus consejos, de la sonrisa de Javi, de mi hermana y sus corazones y de las cartas que nunca supe de quién eran.
Todo, mi vida y las personas que habían en ella, se iban al traste por la chica de ojos negros. Mi ensoñación me distrajo lo suficiente para no enterarme que la bruja ya me había cogido y que me llevaba hacia el exterior discretamente... Aún así yo seguía pensando en las burlas de Martín, en las quejas de Tomás y en el "hoy segurísimo que llueve" de Ángela. En las pequeñas cosas que marcaron mi vida cómo aquel día que encontré una caracola en mi almohada y nunca supe de dónde vino. O aquel día en el que baile bajo la lluvia con un desconocido. Aquel día en el que descubrí que aveces valía la pena correr riesgos. O aquel otro en el que me dí cuenta de que aveces las cosas pueden ser mucho más simples de lo que creía. También, para que negarlo, pensé en el futuro que siempre deseé tener. Mi casa con sus columpios, mis hijos riendo, mi marido cortando el césped...el arroz de los sábados, las palomitas de los domingos...
La bruja me miro incrédula, seguramente pensando en lo malo que era que no tuviera miedo, supongo que no era tan divertido cuando la víctima ni si quiera tuviese miedo. Eso la desconcertó pero, enseguida volvió a su papel y me dejo caer a un enorme y profundo agujero que había en el suelo... justo de mi tamaño. Me ató para asegurarse de que no escapaba y me lanzó una última mirada fría de despedida, me sonrío contenta de su éxito y se fué.
Maté a la bruja con la mirada...pero esto no era un cuento ni yo una princesa en apuros. Nadie vendría a rescatarme porque esto no era un sueño. Ni siquiera la bruja era una bruja de verdad. La bruja era la razón, mi razón. Que cansada nuestros errores, decidió encerrarme para no volver a hacernos daño. Pensó que quizás... encerrándome en mí misma, podría no hacerme pedazitos de sueños rotos. Y me encerró junto a mi valiente e ingenuo corazón y con mi siempre amarga compañera: la soledad.
by: María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario