Las rejas de aquel jardín arañaban el paisaje como si de un gato se tratase.
El atardecer inundaba de color dorado todos los árboles.
Las rosas, más rojas que nunca, jugaban con la brisa de una tarde de verano. Casi verano.
De pequeña aquel lugar siempre me pareció mágico.
Aunque ahora que soy más grande, veo todo más pequeño. Pero no por eso menos bonito.
Pero si tuviese que elegir un lugar de aquel jardín, sin duda elegiría tumbarme bajo la sombra de un árbol muy especial. MI árbol.
Aquel árbol cuyas raíces luchan por crecer, y no ve obstáculos, por mucho que el cemento sea duro, y el tiempo pese.
Aquel árbol que guarda en sus raíces historias que jamás podrá contar.
María,
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