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sábado, 30 de julio de 2011

La casa de Isabel (2ª parte)

Cuándo Clara abrió la puerta, chirrió. Clara estornudó, era alérgica al polvo. La entrada de la casa era magnífica. Una escalera mármol que caía en espiral, era la gran protagonista de la sala. Nada tenía que envidiarle un espejo enorme con un marco dorado, apagado por el tiempo. Miré al espejo y ví a dos desconocidos. Parecían felices. Más que felices. Había cambiado tanto desde que ella se cruzó  en mi vida. Estaba irreconocible, era una versión mejor de mí mismo. Me sentía seguro a su lado y los problemas parecían minúsculos. Quería comerme el mundo y ella estaba dispuesta a acompañarme. ¿Qué más podría pedir?

- ¿Te enseño el salón?-dijo con voz débil-
-Sí, mi amor.- respondí con voz más fuerte.

Cruzamos un minúsculo pasillo y llegamos al salón. Habían varios sofás de color pistacho llenos de cojines de estampado floral. En el centro de la sala había una enorme chimenea con troncos de madera, esperando a que alguien vuelva a dar calor a aquel hogar. En frente de los sofás había una mesa de madera con un cofre de cristal lleno de caramelos. A la derecha del salón había una mecedora de madera y encima de ella un montón de mantas.

-¿Por qué hay mantas y una chimenea si solo veníais en verano?
-Ahh... es un secreto- dijo riendo
-mmm... sabes que me encantan los enigmas y que no te dejaré en paz hasta que me lo digas ¿verdad?- dije abrazándola
-Pffff... si prometes no contarlo te lo diré.- dijo con su sonrisa cereza.
-Trato hecho- dije serio
-No solo veníamos en verano. Todos los fin de semanas de luna llena veníamos aquí. Mi abuela tenía una extraña obsesión con la luna. Decía que era mágica y que si le pedías algo con mucha fuerza te lo concedía. Mira...- me dió la mano y la seguí.

Al final del espacioso salón, había una cristalera enorme que cubría toda la pared. No me había dado cuenta, pero lo más hermoso de ese lugar eran sus vistas, pues a través de esos ventanales, se podía ver una especie de bosque lleno de todo tipo de árboles. Clara abrió una especie de puerta que comunicaba el salón con el jardín. Andamos unos pasos hasta que se paró delante de unas hamacas situadas en forma de círculo con una especie de "sitio para hacer hogueras" en su interior. También había un gran telescopio al lado de una de las hamacas. Los árboles parecían abrazar aquella área.

-Aquí.-dijo con lágrimas en los ojos.
Me acerqué a ella preocupado, intentado saber el motivo de su tristeza.
Pero pronto, empezó de nuevo a hablar...
-Aquí, veíamos la luna, las estrellas... cada noche de luna llena. En invierno, nos preparaba chocolate caliente y antes de que llegase la noche, hacíamos galletas. Siempre hacíamos lo mismo. Ella nos contaba sus típicas: "Historias mágicas"... decía que cada historia tenía magia invisible, que nunca la veríamos si no cerrásemos los ojos. ¿Sabes? nunca entendí lo de la magia invisible. Pero ahora, sí.- dijo con una voz dulce y profunda.
-...vaya. ¿Me explicarás algún día cómo se ve?- dije sonriendo
-Nunca podré... eso tienes que hacerlo por ti mismo. Recuerda... para ver, solo tienes que cerrar los ojos.
Y sin una palabra más, seguimos con la visita. Me enseñó la cocina, que estaba justo al lado del salón. Era rústica y habían todo tipo de utensilios. Isabel debía ser una buena cocinera.

Y por último, llegamos a la habitación de clara. Estaba en la tercera planta, justamente en el tejado y para acceder a ella tuvimos que subir por unas pequeñas escaleras de madera. Cuándo entré, algo allí me deslumbró. Bueno, supongo que todo lo que había allí me deslumbró. Para empezar, las paredes eran blancas y la luz que entraba del exterior envolvía el lugar en un ambiente de paz. Su cama era blanca con un cabezal de flores y unas sábanas de color lavanda. Tenía un peluche gigante con un lazo a juego con las sábanas. Al otro lado de la habitación había una pared en tono azul cielo en la que habían dos sillones blancos y un espacio vacío donde habían pintadas dibujos, figuras, palabras. Algunos dibujos eran realistas otros eran demasiado abstractos. Al fondo de la habitación había un ventana que daba a la piscina y dónde se veía toda la parcela. Pegada a la ventana había una mesa de madera con un flexo y un montón de botes de pintura, llenos de pinceles, de bolígrafos... Al lado habían un montón de lienzos desparramados por el suelo. Clara era imaginación, creatividad. Estoy seguro de que ella estaba estaba hecha de sueños. Y por eso, se convirtió en el mio.


-¿Quieres desayunar? He preparado unas galletas y he traído fresas con chocolate.- dijo detrás de mí.
-¿Cómo podría negarme?- Ademas de creativa, era una gran repostera.


Bajamos a la terraza que había al lado de la piscina y de un rosal. Clara preparó la mesa e hizo el café mientras yo hacía algunas fotos de la finca. A los 10 minutos, regresó con todo preparado y yo le sorprendí con un flash. Y como no, salió riendo, era la mejor modelo que había tenido nunca. Su sonrisa cereza era la protagonista de todas las fotos y su mirada color luna eclipsaba. No tenía pinta de modelo de revista. Pero era mucho más bella que todo eso. Mucho más. Tenía algo especial, algo que le hacía única y envidiada. Era magia. Por eso me hechizó.


Y con besos, fotos, risas, sorbidos de café, trocitos de galletas con sabor a chocolate agotamos la mañana. 


Jamás sabrán las cosas cómo antes. Jamás volveré a sentir esa magia. Clara, te llevaste toda la dulzura y ahora el café sabe amargo.







María.

3 comentarios:

Carpa, Espabila dijo...

Las historias que tienen magia con las más alucinantes, donde la imaginación agota todo su potencial y explaya los más desorbitados pensamientos del narrador. Y esa es la esencia, pienso yo hahah

Vaya con Clara .. hahah
Un beso!
PD: Como verificación del comentario me ha salido 'riess' haaha :)

Carpa, Espabila dijo...

Con no, son* las más alucinante ..

:P

María dijo...

Jajajajajajaj!

Muchas gracias! besos!

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