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domingo, 30 de marzo de 2014

Lejos.

Estoy ordenando mis recuerdos.
Recuerdo el sabor, el tacto, los colores de todos ellos... tengo un don para volver a ese mundo dónde todo permanecerá intacto e irreversible, aquél mundo que muere cuándo alguien lo olvida. El problema es cómo y a dónde regresar, en qué parte de mi vida estoy y porqué no siento los pies en el suelo.

Hoy he decidido escribir sin tener en cuenta que nadie va a estar ahí, detrás de la pantalla, intentando escucharme. Quizá esto sea lo más sincero que he escrito nunca. La verdad quizá dañe, pero te da alas. Y yo tan solo quiero volar, volar muy muy lejos de aquí... A un lugar que quizá no exista, pero que jamás dejaré de buscar. Ese sitio al que pueda llamar hogar sin necesidad de encerrarme en él, en el que los días sucedan y dejen tras de sí la memoria de una historia increíble. Ese hogar que soñé, cuando era niña, dónde en mi cabeza sonaban nombres de personas que se veían, que se tocaban, que se querían, sin ninguna excusa tan buena como el hecho de saborear ese instante. Lejos de los gritos, de burlas, de las críticas que me ataban. Lejos de mi misma. Soñé que me rompía como si toda mi existencia hubiera sido de papel. Y me escribía en las nubes, en la piel, incluso en la ausencia.

Tengo cientos de fotos tiradas en mi cama. Ojalá desaparezcan. Las miro y ellas me miran a mi. ¿Dónde se fueron tantos sueños? ¿Dónde puedo almacenar tantas preguntas que no quiero contestar? ¿Porqué este sitio nunca me dio la oportunidad de ser yo misma? ¿Porque estuve tan ciega?... 

Viajé a los que creí que eran los mejores momentos de mi vida. Solo quedan cenizas.


María.

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