Tenía trece años y la profesora
de informática nos explicó cómo funcionaban estos espacios en internet. Aún
recuerdo qué se me pasó por la cabeza cuándo dijo que teníamos que ponerle un
nombre. No quiero ni contar las horas que habré dedicado ajustando los detalles,
diseñando el estilo o fotografiando. No tenía ni ordenador y sólo podía
escribir a escondidas en la biblioteca. Hace ocho años era insegura, débil,
inestable, sensible e ilusa… Pero cuando escribía me sentía poderosa. Por
primera vez podía ser quien quisiera, decir lo que quisiera.
Hay personas que continúan
preguntándose por qué esto siempre ha sido tan importante. Qué necesidad tenía
de exponerme de esa forma en las redes. Nunca he contestado, pero hoy me
gustaría regalarles esta explicación: porque todos nos exponemos, de alguna u
otra forma, y yo decidí hacerlo desde algo que me apasiona. Porque pienso que si
no escribo todo lo que siento desaparece. Pero sobre todo porque la niña que
fui necesitaba escuchar que todo iría bien.
Y por supuesto no ha ido todo
bien. Pero he descubierto que eso tampoco está tan mal. Como dice mi canción
favorita, esto empezó siendo una canción muy triste y ahora es algo más. Mucho
más. Nunca habría imaginado un escondite mejor que éste. Ni que pudieran colarse,
de vez en cuando, lectores desconocidos cuyas palabras se mezclaban con las
mías. Hice esto a cambio de nada, pero os juro que sólo por eso sé que todo
este tiempo ha valido la pena. No sé si quedará algún superviviente por mi falta de
constancia, pero si estás ahí: GRACIAS. Jamás, jamás, jamás, jamás subestiméis
el valor de unas palabras. Porque pueden destruir y curar todo.
Probablemente este es el texto
que más me ha costado escribir en toda mi vida. Cómo puedo explicar que la
melodía de entrada –la de amelie- la tengo tan grabada que podría tararearla en
sueños. Cómo puedo olvidar los 2.000 borradores que se han quedado en el
tintero. Las historias ‘ficticias’ que sorprendentemente han creado otras muy reales.
Aquella gente que me leía y ya no está. A los que he despedido con palabras
pero nunca de verdad.
Pero, sea como sea, hoy he
decidido poner punto y final. No me he rendido y pienso seguir escribiendo para
mí misma y para quien quiera colarse. Aún así, siento que no hago más que envenenar
la esencia de este sitio. Me siento como si estuviera cambiando de lugar todo
lo que un día coloqué por algún motivo. Valoro tanto este blog que quiero que
se mantenga fiel a lo que fue.
Por eso, estoy de mudanza.
PD. Dedico mi última frase a esa
niña de trece años, por haber tenido el coraje de crear todo esto. No eras tan
ilusa. No necesitabas cambiar tanto.
Hasta siempre.
2 comentarios:
No sé si llego tarde o no pero espero que no sea un hasta siempre sino un "continuará..."
Exponer una imagen de uno mismo, sin retoques, a veces es más sencillo que exponer tus sentimientos a un universo como es la red. Mucha gente no entiende que uno desnude sus pensamientos así y/o aquí, pero todos nos exponemos más de la cuenta a diario...
Gracias por dejar que algunos, como yo, pudiésemos colarnos. Quizá algún día también podamos visitar ese nuevo lugar para seguirte escuchando que todo irá bien. Porque seguro que, tras hacer balance, así será.
Suerte María! Un abrazo.
Gracias, mil gracias.
En cuanto lo tenga, te lo hare saber.
Has sido una de mis acompañantes más sinceras y fieles. Me quedo con todas tus palabras. Gracias por ese regalo. Estoy segura de que no hay otro mejor.
Un abrazo enorme.
Publicar un comentario