Jamás en ninguna parte

A veces... ¡Siempre!

Siempre vale la pena abrazarte al miedo con tal de que no se escape la magia.

Por fin, aquí estáis.

Os he añorado, aunque ahora volvéis distintas, dispuestas a convertiros en realidad.

Palabras. Palabras...

¡Ahora seréis caricias! Caricias en el viento. Besos con sal de mar. 

La noche no me oscurece. Escucho aquella vieja canción. Folios viejos, aroma de saber.
¿Qué decías? Descansa y duerme. Mañana lo encontrarás. ¿Y si es la noche quién lo encuentra?
¿Y si...?

Volveré a la arena que se llevó mi mensaje de cristal. Sé que las olas le conducen hacia dónde estás. ¡Maldigo el tic-tac del reloj! Pero tengo muchas más preguntas que formular. Maldigo el estrecho espacio que hay entre el rosal y el contenedor. No sé muy bien dónde estás... mandaré cometas con mensajes. Escribiré poesía en el cielo. Me esconderé diez minutos en tu rincón secreto. Te buscaré en las piedras que pisaste, y en las sombras que jamás pudieron con tu luz. Buscaré los pasos que llevaban tu nombre. Y las sonrisas que derrochaste al dolor. Quizá estés en algún lugar, pero jamás en ninguna parte.

Tengo muchas preguntas que hacerte. Pero entre todas, sólo quería decirte:

Estoy aquí, todos estamos bien. ¿Has oído? Por fin estoy aquí.
Menuda montaña rusa...


María.