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domingo, 6 de abril de 2014

Esperanza

Se despide el sol de invierno. Llega el calor, vuelven las golondrinas. El gran teatro, y su escenario, el mundo, cambia y sigue. Muchos corazones dormidos, buscan algo que les llene.

En otro autobús, de camino a casa, una niña mira absorta la ventana. Miro donde ella ha fijado sus ojos. El paisaje mediterráneo, cálido y seco durante el día, se ha teñido de colores lilas, rosados y azules. Se escucha el murmuro de la gente que viaja, sea de vuelta o de ida hacia un lugar dónde le esperan, o dónde ya no. Mi acompañante momentánea, me pregunta la hora. Tiene los ojos negros, y un pelo corto y rizado del mismo color. Deben de ser ya las ocho y media, le dije. Ella sonríe y suspira, mira sus manos y las acaricia lentamente. Luego, mira hacia la ventana, y sin mirarme, dice: ¡mira ese árbol, todo lleno de flores y sin hojas! El bus ya ha hecho su primera parada. Observo el árbol y sus flores, de color carmesí. Me preguntó porque habrá querido compartir conmigo lo que estaba viendo, y porqué le sorprende que un árbol sólo tenga flores. En realidad creo que sí que tenía hojas, señora, pero ya es primavera, le digo. Ella sonríe y asiente con la cabeza.

A mi izquierda hay una pareja de ancianos. Hablan entre ellos en un idioma que desconozco, y no puedo evitar imaginar qué estarán diciéndose. Ella habla todo el rato, y su tono de voz es claro y pausado. Él la escucha con ojos tristes y cansados. De repente, ella se calla. El silencio dura el tiempo suficiente para pensar que hablaban de algo serio, de algo que te pesa desde hace tiempo y que quizá nunca cambie. Ella, pálida hasta las pestañas, acerca su mano hacia la de él, y por primera vez escucho la voz del anciano. Dice una frase corta y rotunda. Algo cambia en sus ojos grises.

En frente mía hay una chica joven, sentada sobre sus pies. Mira su móvil sin pestañear, sin ningún tipo de expresión en la cara. Se acaricia el pelo intentando poner en su sitio cada mechón de su melena castaña. Vuelve a mirar el mismo texto, una y otra vez. Apaga el móvil, y mira hacia la ventana. Apuesto a que ni si quiera está viendo que el sol ya se ha marchado de nuestro horizonte, y  que nuestras montañas se dibujan como una silueta en el cielo. Quizá el horizonte sólo sea para ella una pantalla en la que visionar sus recuerdos. Se mueve inquieta, intentando acomodarse en los viejos sillones del bus. ¿Cómo sentirse cómoda si este bus se está moviendo, el paisaje está cambiando, y este mundo jamás perdonará que nos quedemos quietos? Como si estuviera escuchando lo que pienso, sus ojos verdes pestañean, saca su móvil del bolsillo y responde rápidamente aquel mensaje interminable.

Me giro y ahí estás tú, mirándome. Desaparece la chica de en frente, desaparecen los ancianos de mi izquierda, desaparece mi acompañante, incluso ese horizonte alterable. Sonríes y qué importa si volvemos o si vamos. Si la vida este Abril nos tratará con cariño, si encontraremos algo que nos llene, y si sonreiremos más veces que el mes pasado. Qué importa si todo morirá con nosotros o si los problemas nos ahogarán a  veces. Existes y me tropecé contigo, y el mundo es un lugar increíble.

Aquí está, la última parada. Recojo mis cosas, y miro por última vez a todas las personas que han viajado conmigo. Mientras bajo, pienso en todos ellos. Mi acompañante, ¿habrá sentido como yo, que la primavera siempre llegará y  nacerán las flores en ese humilde árbol? Aquellos ancianos, ¿Seguirán dándose la mano, seguirán con ese brillo en los ojos, seguirán luchando? La chica joven, ¿Le habrá cambiado la vida lo que fuera que decidió contestar?

No sé que será de nosotros. Gente que busca, que sigue perdida. Por ahora, sólo sé con certeza que el mundo cambia y nosotros con él. Y que siempre, quedará algo por lo que luchar. Siempre quedará esperanza.


 María.

2 comentarios:

Imaginativa dijo...

Viajar es imaginar vidas, pensamientos y realidades. Tal y como lo cuentas puedo sentir justo aquí, a mi lado, a los ancianos y a esa chica. La vida está llena de compañeros de viaje.

Un abrazo fuerte.

María dijo...

Ni que lo digas. Gracias por acompañarme, de alguna forma, como siempre.

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