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viernes, 29 de agosto de 2014

El mar

El mar es impredecible. Un día, el sol brilla sobre el azul haciendo un increíble baile de destellos dorados al son de la suave música provocada por el roce de los dos mundos: la tierra y el agua. Que otro, despierta enfurecido, como poseído por un ataque de celos, porque quizá ese roce no sea suficiente y quisiera unirse para siempre con la arena, que no es más que polvo de estrellas. Entonces, el mar grita, el sol se esconde, la arena se hiela. El océano se convierte en una  espesa sombra negra. Las olas rugen y se tragan todo a su paso. Y es tan conmovedor, que no sé muy bien con qué imagen quedarme. Quizá por eso el mar sea tan fascinante… por su impredecibilidad.

Desde siempre, el mar y yo hemos tenido una especie de conexión. O quizá sea que yo he tenido una conexión no correspondida con el mar. De pequeña, creía que las olas eran seres vivos, capaces de escucharme y conceder deseos. Hablaba con ellas, cerraba los ojos, apretaba las manos y pedía un deseo. Tardaría años en darme cuenta de que la gente me miraba y que ya no tenía edad para expresar abiertamente que estaba loca.

Este año, también le he dedicado tiempo al mar, o él me lo ha dedicado a mi… No estoy muy segura. Mientras dejaba que las olas borraran mis pasos (torpes, pequeños y superficiales) pensaba en todo aquello que me ha hecho ser lo que soy. Pensé en lo poco que duraron a veces aquellos sueños cuando pisaron el suelo. Pensé en lo duro que fue darse cuenta que algunas historias no tienen el final que prometen y las mejores cosas pasan sin que seamos conscientes de lo que significarían después.

Hoy, empieza otra vez mi nueva vida, y he perdido la cuenta de todas las vidas que he empezado y he acabado a lo largo de estos años. A veces me pregunto por qué siempre llamamos “vida” a nuestra estancia por este lugar lleno de millones de lugares. Por qué escribiremos en singular  el hecho de llorar, reír, soñar, crear y morir… Si realmente nunca una lágrima es igual que otra, si cada risa pertenece a una única persona, si hay millones de sueños diferentes en nuestra cabeza que necesitan ser escuchados de forma distinta, si con cada persona creamos algo irrepetible. Pero sobretodo, por qué llamaremos “vida” y no “vidas”  si en este “mundo” lleno de “mundos” morimos tantas veces y empezamos tantas que cuesta creer que seamos la misma persona que hace y deshace todo esta increíble historia, llena de historias.

Dicen que soy extremadamente emotiva. Pero qué queréis que os diga. A mí todo esto me parece algo horrible y fascinante al mismo tiempo. Creo que ahí está la magia. Por eso, hoy estoy escribiendo esto, después de tanto tiempo… porque quería despedirme, dar las gracias, y decir que a pesar de las lágrimas, ha sido un placer reír juntos. No me arrepiento de nada de lo que he hecho hasta ahora. No porque no me haya equivocado sino porque sigo queriendo aprender de mi misma y tengo todos mis errores bien guardados para cuando los necesite.  Ah, también he conservado todas las fotos que nunca hice. Son increíbles: en una, sale una chica bailando con sus zapatos rojos y una sonrisa tan grande que parece irreal. En otra, hay un anciano con los ojos más brillantes que he visto nunca, sosteniendo historia en sus manos, una historia cálida, sencilla y aunque parezca increíble… presente. Pero sin duda, mi favorita, es la de un amanecer de aquel día en que decidí decir adiós a muchas cosas. Qué vida tan curiosa, loca y desordenada, que te permite morir (y vivir) en un amanecer de un día cualquiera.

Estoy orgullosa de decir que ya no soy la misma. No porque antes no lo estuviera, sino porque antes no era totalmente consciente de lo importante que es querer lo que eres, lo que amas y hacia dónde vas. Sé que es ilógico, pero es tan sencillo concentrar tu atención en todo aquello que te hace sentir incompleta, vacía u ordinaria. Tan fácil y tan desesperante. Por eso, he decidido luchar, complicar las cosas y dejar de anestesiar mis deseos y mi voluntad.

Me gustaría aclarar que esto no es una declaración de intenciones, no pretendo conmover (no exactamente), ni herir, ni muchísimo menos hacer creer que soy un ejemplo a seguir. No me gustan los líderes, no tengo alma de líder, ni soy alguien que merezca admiración. Solamente escribo porque me alivia saber que mis pasos no son tan superficiales, ni tan torpes, y que quizá sí que sigan un camino emocionante. Por eso, si estás leyendo esto, sólo quería compartir algo que he aprendido y que ojalá hubiera entendido hace mucho tiempo. Es breve, lo prometo:

Vive tantas vidas como puedas. Guarda bien tus errores porque son el reflejo de toda tu autenticidad. Procura ser fiel a las personas que ven en tus defectos algo encantador y único. Tu historia no será como la imaginas, deja de intentar controlarla. Baila, sé incoherente y crea algo único.

Pero sobretodo, acepta que la vida es como el mar: furiosa, atenta, brillante, incontrolable, emocionante… impredecible. Ama todas las vidas que tengas y todas las personas que, como las olas, vienen y se van.






María.

2 comentarios:

Imaginativa dijo...

Tu escrito es una de las cosas más bonitas que he leído. No sabes las veces que tus textos me han dejado pensando, pero lo de hoy, es toda una lección que hay que aprender. Precioso el símil entre el mar y la vida. Y la explicación de todas las vidas que hay dentro de ésta.

Siempre me he sentido identificada con tus reflexiones. Espero que esta nueva vida vaya bien, María. Y sino, tampoco pasa nada porque, como dices, siempre puedes empezar de nuevo. Al fin y al cabo, la vida no es más que eso.

Un abrazo.

María dijo...

Hola amiga,
Muchas gracias como siempre por compartir conmigo lo que piensas.No sabes lo feliz que me hace ver tus comentarios y que sigues aquí...

Nos vemos por aquí, en esta u otra vida.

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